
De las noches que pasamos en vela atendiendo el pausado transcurrir de las estrellas sobre el negro manto del cielo, no se tienen registros en los archivos de los hombres.
Distinto sucede con esas mismas estrellas que mucho recuerdan habernos visto ya sea en el frio glacial del invierno como disfrutando de ellas en la suavidad de la primavera.


La infatigable búsqueda de supuestos viajeros de otros planetas también nos consumió abundantes horas nocturnas, porque pensábamos que un amor tan grande como el nuestro, debía tener necesariamente su imagen especular en los confines del universo y ansiábamos conocer a nuestros pares del otro lado del cielo.
Dudo que haya alguien que al levantar la vista en una noche estrellada y detenerse a mirar no se pregunte ¿quién hizo todo eso?, ¿dónde termina?, ¿por qué estamos acá?
Me cuesta concebir que una persona, al menos una vez en su vida, mirando el cielo nocturno no se haya hecho las preguntas elementales: ¿qué somos?; ¿de dónde venimos?; ¿dónde partiremos?...aunque después se haya sumergido nuevamente en la vorágine de la vida y se haya olvidado de las estrellas, las preguntas y sus ansias de saber...
Hoy se supone que somos más inteligentes, despiertos y avisados que hace, por ejemplo, 20 mil años. Pero fueron los hombres de entonces - y los anteriores- que iniciaron con sus dudas y temores todo lo que hoy llamamos saber y que no es más que la natural curiosidad que cobijamos desde el día que por primera vez alguien -un pitecántropo, un neardenthal- levantó la vista y se quedó entre sorprendido e hipnotizado con el espectáculo que las estrellas le brindaron.
Cuando se le pasó ese estupor inicial, y si ya tenía, por el momento cubiertos sus necesidades básicas (comida, abrigo,...), seguramente se preguntó ¿que es todo eso?, ¿qué hace allá arriba?, ¿quién lo había puesto y para qué? y quizá, ¿qué provecho podría él sacar de todo eso?, ya sea pidiéndole protección o consuelo.
Nosotros, amantes descendientes directos de aquellos amantes eternos, simplemente nos extasiábamos viéndolas y le pedíamos que sean discretas con nuestras cuitas y desmesuras amatorias.
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